|
“Sabe, oh príncipe, que entre los años en que los océanos anegaron Atlante y sus resplandecientes ciudades, y los años de la desaparición de la magia de Mul Sabbut, hubo una edad no soñada en la que brillantes reinos ocuparon la tierra como el manto azul entre las estrellas”.
Esta poderosa nación de guerreros, navegantes, científicos e intelectuales nació y creció en una gran isla, fértil y de clima generoso, un peculiar oasis de tranquilidad en las frías aguas furiosas al noreste de Mul Sabbut. Atlante era un paraíso templado, de fértiles llanuras, en cuyas cordilleras abundaban los bosques de maderas valiosas.
Pero dice la tradición que los atlantes se volvieron arrogantes y olvidaron sus deberes religiosos para con quien los hizo poderosos. Aconteció entonces que ocurrieron terribles temblores e inundaciones en la isla de Atlante, hundiéndose en el fondo de los mares, y desapareciendo con todos sus habitantes en un solo día y una sola noche.
La desaparición repentina de todo una isla no halló en aquellos tiempos otra explicación que la que propagaron los pueblos de Mul Sabbut, atribuyéndola a la envidia de los dioses, lo que no extraña, ni de que haya todavía hoy personas que dudan que la isla perdida existió, tomando los relatos que hablan de ella por una simple fábula.
Se dice que las ruinas de la civilización de Atlante aún permanecen en el fondo de las aguas, en algún punto inconcreto del Mar del Silencio frente a las costas de Ártica y Damiefela.
|
|